El dolor de su familia, el desconsuelo de los más jóvenes y el anhelo de todo un pueblo: así fue la despedida de Úrsula Bahillo
En el año 2001, Adolfo Bahillo y Patricia Nasutti recibieron la noticia que esperaron durante 10 años de tratamientos de fertilidad: iban a tener una nena, Úrsula, su primera y única hija.
Esta semana, apenas 18 días antes de que su hija festejara su cumpleaños número 19, Úrsula Bahillo fue degollada y apuñalada al menos 15 veces en un paraje rural cercano a Rojas, su ciudad natal, al noreste de la provincia de Buenos Aires. Junto a ella estaba el agente de la Policía Bonaerense Matías Ezequiel Martínez, su ex novio, que la tenía amenazada de muerte y a quien había denunciado en varias oportunidades por violencia de género. Es el único imputado por el crimen.
Este miércoles por la mañana, Patricia recibió a un grupo de periodistas en la puerta de su casa, acompañada de su marido y su padre. “Úrsula estará llegando en un rato”, dijo ante las cámaras mientras acariciaba un mechón de su pelo. “Sigo entera porque todavía no vi a nuestra hija. Cuando la vea quizás me derrumbe, pero voy a seguir entera porque quiero que todo salga a la luz”.
Cerca de las dos de la tarde, el cuerpo de Úrsula finalmente llegó en una ambulancia a una casa velatoria ubicada a apenas dos cuadras del centro de Rojas. Atrás llegaron sus padres, su abuelo y otros pocos familiares junto a un asesor del Ministerio de Seguridad bonaerense que los acompañó durante todo el día y permaneció con ellos en su casa.
n los minutos que siguieron, la puerta de la funeraria Casa Solari se llenó de familiares, vecinos y amigos de Úrsula que se acercaron a despedirla en un velorio con un estricto protocolo de prevención del contagio por el COVID-19. La enorme mayoría eran jóvenes, chicos y sobre todo chicas de su edad, que entraban y salían impactados de la sala velatoria y se abrazaban en busca de consuelo.
Al velorio también asistió Belén Miranda, otra joven de Rojas que estuvo un año en pareja con Martínez y a quien también denunció por haberla amenazado de muerte con su arma cargada. Martínez, su agresor, que estaba separado de la Policía Bonaerense desde el año 2020 con una carpeta psiquiátrica y había sido despojado de su arma reglamentaria, asesinó a Úrsula tres años después de esa amenaza con un cuchillo de carnicero, de acuerdo a la imputación en su contra.
Belén conocía de primera mano el infierno que pasaba Úrsula y por eso ambas habían estado en contacto en el último tiempo, habían intercambiado mensajes de aliento, Belén incluso la había alentado a que lo denunciara. “Vas a salir de esta”, le prometió en un mensaje. Pero las advertencias de Úrsula en la Justicia, está claro, no fueron escuchadas. Antes de entrar al velorio, Belén rompió en llanto con la sensación de que podría haber hecho más: “Tal vez me siento culpable por lo que pasó”, dijo. De inmediato una marea de brazos la rodeó para calmarla y la llevó lejos de las cámaras.
Lo mismo dijo en diálogo con Infobae Milagros, de 16 años, que era amiga de Úrsula hacía apenas tres años y fue la última persona que la vio el domingo pasado, cuando Martínez rompió una vez más la restricción de acercamiento que le había impuesto la Justicia para amenazar una vez más a su ex. Milagros se ofreció a salirle de testigo y junto a su novio fueron hasta la comisaría para denunciar lo que había pasado. “Me pesa que esa denuncia haya sido lo que lo enfureció y lo llevó a matarla”, dijo esta mañana. Hace más de un día que no vuelve a su casa, que no come, que no se baña. Quiere responder todas las preguntas de todos los medios que la consulten, siente que se lo debe a Úrsula.
A las 17.30, Patricia y Adolfo sacaron junto a otros familiares el cajón hasta la calle, donde muchos vecinos y amigos de su hija esperaban todavía para verla y despedirla.
El cortejo pasó después por la plaza central de Rojas -donde los padres de Úrsula tienen “Urbana” una pequeña heladería y confitería- y se detuvo frente a la Iglesia San Francisco de Asís, donde se llevó a cabo un breve responso. Afuera ocurrió uno de los momentos más conmovedores de la jornada: una multitud de vecinos esperó en un respetuoso silencio que los familiares sacaran el cajón para subirlo por las escalinatas y con un grito repetido de “¡Justicia!” estalló en aplausos y las campanadas. La mitad de los presentes, de nuevo, eran en su mayoría jóvenes y adolescentes.
A la salida, cuando el cortejo ya se dirigía hacia el Cementerio Parque ubicado en la ruta 188, el que quebró en llanto fue su abuelo. “Vamos pa. Fuerza que todavía hay que hacer justicia”, lo atajó Patricia. Luego tomó la palabra el cura y los testimonios de Belén y de Milagros volvieron a resonar.
“Yo también me siento culpable”, expresó el religioso, que este domingo oficiará una misa en honor de la joven. No era, sin embargo, una apreciación personal, la convicción desde que él, o sus amigas, o su familia, o la ex novia del detenido, podrían haber cambiado la historia. Era un mensaje para la comunidad, para todos los ciudadanos que esta semana vieron en carne viva los resultados del desamparo estatal: “No mueran pensando que las cosas no se pueden cambiar. Úrsula murió esperando que alguien la cuidara, no permitamos que eso pase de nuevo”.
Entre la indignación de la multitud -que se replicó en marchas y homenajes a lo largo de todo el país- el llanto de los más jóvenes y la desolación de sus familiares, los vecinos de Rojas hablan de “un antes y un después”.
A pesar de que la investigación del crimen avanza en torno a Martínez (y hasta el momento lejos de una hipótesis de encubrimiento policial), se percibe una sensación de esperanza de que el nombre y la muerte de Úrsula sean un recordatorio perpetuo y un primer paso para desandar el camino de soledad y desprotección que atraviesan muchas de las víctimas de violencia de género.
Fuente: Infobae
Fotos: Lihuel Althabe