Ana Gallay, entre el sueño olímpico y la ayuda social

La historia de la jugadora que popularizó la disciplina en el país con sus resultados desde 2012 se las rebuscó para entrenar en cuarentena, analiza sus chances olímpicas y también se sumerge en la ayuda social para una fundación.

“Estuve 85 días clavados adentro de mi departamento, sin salir. Y un día, ante la desesperación por entrenar, me apropié del pasillo de mi piso y de la escalera. Dejaba la puerta abierta y subía y bajaba, corriendo, saltaba y hasta hacía ejercicios con pelota. Imaginate los vecinos”, indicó la jugadora de 34 años.

Gallay asegura que hasta esta cuarentena, casi no conocía a los otros residentes del edificio, porque vivía viajando o entrenando. Pero, por la pandemia, los conoció y se hizo amiga. “Ponele”, remata, con humor, mientras completa la historia.

“Un día sube una mujer de planta baja y me pide carbón. Le pregunté para qué y me contó que le estaban pasando cosas paranormales. No sé si sería verdad o no, yo creo que lo hizo en represalias a mis ruidos (se ríe). Por lo pronto estuve algunos días sin dormir bien del miedito que me agarró”, detalla la mejor jugadora de beach vóley del país

La preparación deportiva

“A mis 34 años, cuando me queda poco hilo en el carretel, es duro perder un año así. Y más cuando, con Fer (Pereyra, su compañero de dupla) arrancamos de cero en 2018 y este debía ser nuestro año para medirnos con las mejores”, reconoció.

“Encima, cuando volví a entrenar tuve una lesión en el hombro de la que recién estoy volviendo. Pero hay que aceptarlo y seguir, no queda otra”, explica la entrerriana que formó una inolvidable dupla con Georgina Klug –reemplazante de Virginia Zonta, con quien llevó a los Juegos Olímpicos2012- y le permitió ganar el oro panamericano en 2015, repetir su presencia olímpica en 2016 y destacarse en el circuito mundial.

La deportista que se crio en la ciudad de Nogoyá y cuando descubrió el vóley, durante cuatro años se entrenó sola durante la semana en su pueblo y cada finde viajaba a Aldea Brasilera, a 120 kilómetros, para poder competir con un club de aquella ciudad.

También vendió publicidades para sus remeras… Para estudiar la carrera de Educación Física se mudó a Gualeguay y, cuando se recibió, tomó dos trabajos, uno en el medio del campo, en Crucecita Octava, donde Ana recorría 70 kilómetros arriba de una moto, por caminos de tierra y con temperaturas heladas desde las 6.30.

Hoy la voleibolista no se amilana y ya se prepara para el 2021. “Para enero ya voy a estar perfecta de la lesión y en febrero comenzará la competencia. Estuvimos mucho paradas, sobre todo a diferencia de otras duplas importantes de la región y el mundo, pero la vamos a pelear”.

El sueño de Tokio 2021

“El torneo clasificatorio será en junio, en San Juan, y estamos bien ubicadas porque clasifican dos de Sudamérica. También buscaremos competir en el circuito mundial, buscando pasar las qualy y entrar al cuadro principal”, reconoció.

El lado “B” de Ana Gallay

La deportista nogoyaensese embarcó en un nuevo proyecto que encabeza con Huella Saint Gobain y lo aplica en la construcción que se llevará en los baños con eco ladrillos que se construirán en la Fundación Arco Iris, organización sin fines de lucro que nació hace 28 años en Villa Gesell y, además de ser un Centro de Día, lleva adelante programas de integración para personas con capacidades diferentes.

“Estoy muy contenta porque me parece un hermoso proyecto. En todo sentido. Primero porque se buscará mejorar la vida de los chicos que tienen una chance de sentirse útiles, importantes, haciendo un trabajo sustentable”, valoró.

Gallay y el voley en pandemia

“Tenés que verlos rellenando botellas de plástico, que después se convierten en paredes. Es una técnica muy interesante. Además, también hacen bolsas de residuos, tienen huertas y trabajan conjuntamente a profesionales”, explica Gallay, quien siente algo especial cuando ayuda, tal vez por su historia de sacrificios.
Fuente: Télam
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