Hace diez años fallecía Elizabeth Taylor, la última gran estrella de Hollywood

Elizabeth Taylor, la última diva de Hollywood en el sentido tradicional, cuyos ojos color violeta permanecen en la memoria a través de películas como «Cleopatra», «Gigante» y «¿Quién le teme a Virginia Woolf?», falleció a los 79 años en Los Angeles, Estados Unidos, el 23 de marzo de 2011, de lo que este martes se cumple una década.

«Liz» Taylor no solo trascendió por sus papeles en la pantalla, donde ganó dos premios Oscar, sino también por los datos de su vida privada, en la que contabilizó ocho matrimonios -dos de ellos con Richard Burton- rubro en el que fue superada por la ya difunta Zsa Zsa Gabor con nueve.

Nacida en Londres en febrero de 1932, hija de inmigrantes estadounidenses, y luego condecorada por la reina Isabel II como Dama Comandante del Imperio Británico, su mayor relación con Gran Bretaña resultó la tumultuosa relación amorosa que mantuvo con el galés Burton. De hecho su restos reposan en el Parque Memorial Forest Lawn, en Glendale, California.

Luego de la Segunda Guerra Mundial la familia volvió a Estados Unidos y como la chica «prometía» su madre la acompañó a diversas pruebas para comerciales en la naciente TV, al mejor estilo del personaje de Anna Magnani en «Bellísima», de Luchino Visconti.

Elizabeth era muy bella, por cierto, y sus ojos color violeta daban muy bien en Technicolor, por lo que en 1942 apareció por primera vez en los pantalla grande en «There`s One Born Every Minute» -no estrenada comercialmente en la Argentina- y dos años después descolló en «Fuego de juventud», junto a Mickey Rooney.

Filmó un par de películas con Lassie de coestrella -«La cadena invisible», «El valor de Lassie»-, entre otras comedias menores, hasta que en 1950 Vincente Minnelli la puso en un lugar de privilegio con «El padre de la novia», con Spencer Tracy y Joan Bennett, por entonces estrellas de magnitud.

Ese mismo año, a los 17 años, se casó con Conrad Hilton Jr., heredero de un poderoso grupo hotelero, y aunque la unión duró solo un año, dio comienzo a una seguidilla de esposos que incluye al actor Michael Wilding y al productor Michael Todd.

Para los esponsales con Todd, celebrados en febrero de 1952 en las playas de Acapulco bajo la bendición del alcalde local, Liz se convirtió al judaísmo y la pareja contó como testigo con Mario Moreno (Cantinflas). Él tenía 47 años y ella 24. De esa unió nació Elizabeth Frances Todd, llamada Liza, el 6 de agosto de 1957.

Posiblemente Liz confundiera al segundo Mike con el primer Mike al llamarlo por su nombre de pila, pero al año de la boda Todd se estrelló en 1958 con su avión particular en una gira publicitaria de su megaproducción «La vuelta al mundo en 80 días».

La relación con Richard Burton

Como consuelo para su viudez, en 1959 le robó su marido Eddie Fischer a su íntima amiga Debbie Reynolds y, cuando parecía que el escándalo se apagaba, aún casada con Fischer comenzó su relación con Burton durante la filmación de «Cleopatra», en Italia.

Curiosamente, Burton comentó así su primer encuentro en los Pinewood Studios de Londres: «Ella era tan extraordinariamente hermosa que casi me reí en voz alta. Era innegablemente hermosa. Ella era lujosa. Ella era, en resumen, demasiado sanguínea, y no solo eso; noté que en ese momento me estaba ignorando por completo».

Ella era la reina de Egipto y él Marco Antonio, protagonistas de una turbulenta historia paralela fuera de los sets que le agregó publicidad extra a la película, con tórridos encuentros, peleas, desencuentros y un casamiento inevitable (el primero entre sí) en 1964.

En esa historia ineludible Taylor sufrió toda clase de males físicos que abarcaron fiebres supuestamente adquiridas en el desierto egipcio, problemas dentales y respiratorios que obligaron a los médicos a practicarle una traqueotomía, cuya cicatriz el maquillaje no pudo tapar y fue notoria en algunos planos del filme.

Burton le obsequiaba joyas cargadas de diamantes y no se cansaba de ponderar públicamente los senos de su flamante esposa, pero tenía otra adicción llamada whisky que deterioró la relación y alteró su propia carrera artística.

Su carrera cinematográfica

 

Todo eso no impidió que desde antes Liz pasara de ser un rostro bello y un escote digno de la pantalla ancha a demostrar sus calidades en películas como «Ambiciones que matan» (1951), con Montgomery Clift, «Gigante» (1956), con James Dean, «Un gato sobre el tejado caliente» (1958), con Paul Newman, y «De repente en el verano» (1962), con Katharine Hepburn y otra vez con Clift.

Tuvo su primer Oscar como mejor actriz por «Una venus en visón» (1960), de Daniel Mann, y el segundo por «¿Quién le teme a Virginia Woolf?» (1966), de Mike Nichols -ayudada por la fama de escándalo que rodeaba a la obra teatral de Edward Albee-, que la situaron en un pedestal difícil de alcanzar, porque a esas alturas no era solo una actriz sino ya un mito.

Luego siguió filmando: con Franco Zeffirelli («La fierecilla domada»), John Huston («Reflejos en tus ojos dorados»), Joseph Losey («Boom, el ángel de la muerte» y «Ceremonia secreta», la segunda sobre un original del argentino Marco Denevi), George Cukor («El pájaro azul»), de nuevo Zeffirelli («El joven Toscanini», de 1988) y Brian Levant («Los Picapiedras», en 1994).

Fuente: Télam –

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