Quino, el artista que vivirá por siempre en los personajes de Mafalda
La nota biográfica dice que Joaquín Salvador Lavado Tejón era hijo de inmigrantes españoles, que nació en Mendoza el 17 de julio de 1932 y que falleció en esa misma ciudad el 20 de septiembre de 2020. También que fue uno de los humoristas gráficos más destacados de la Argentina. Conocido en todo el mundo por su obra cumbre, Mafalda, Quino cumpliría este domingo 90 años. Y sigue vivo en sus personajes.
Joaquín Lavado empezó a ser Quino para tener identidad propia. Debía diferenciarse de su tío Joaquín, quien también era ilustrador y que resultó una de sus influencias fundamentales. Sus próximos pasos fueron estudiar en la Escuela de Bellas Artes de su provincia natal y, a partir de 1954, establecerse en Buenos Aires.
Publicó en diarios y revistas de la Argentina y de un sinnúmero de países. Mafalda, que también tuvo su versión animaba, apareció en 26 idiomas. Fue editada en casi toda América Latina y también en Italia, España, Francia, Alemania, Dinamarca, Portugal, Suecia, Finlandia y Grecia. Hasta tuvo ediciones piratas. Una de ellas en Taiwan.
En nuestro país, las tiras y viñetas de Quino aparecieron en Vea y Lea, Leoplán, Rico Tipo, TV Guía, Panorama, Atlántida, Primera Plana, El Mundo, Siete Días, Triunfo (España) y Revista Viva, entre tantísimos medios.
Además, editó una veintena de libros que lo consagraron como uno de los artistas gráficos de habla hispana más destacados siglo XX. Entre otros títulos, se destacan “Mundo Quino”, “A mi no me grite”, “Bien, gracias, ¿y usted?”, “Quinoterapia”, “Todo Mafalda” y “Simplemente Quino”.
También recibió múltiples premios. Entre los más importantes se encuentran el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2014), la Palma de Oro en el Salón Internacional del Humorismo de Bordighera (1978), el Premio Dibujante Internacional del Año (Canadá, 1982), el premio de caricatura La Catrina (Feria Internacional del Libro de Guadalajara, 2003) y el premio Konex a la Trayectoria (2012).
“Es lo único que sé hacer, lo único que me ha atraído en la vida. En esta profesión uno nunca deja de trabajar. Uno está sentado en un bar, en el colectivo o donde sea y tengo que estar observando a la gente”. Para Quino su arte era, antes que nada, un oficio.
Mafalda resultó su trabajo más emblemático. Quizás por eso todavía vive en sus personajes. Cuando le preguntaron a cuál de ellos se parecía, respondió: “Supongo que me debo parecer a todos”.
Quino está presente en los ideales y lo disruptivo de Mafalda; en el temperamento de Felipe y Miguelito; en todo lo que molesta de Susanita y Manolito. Quino es esa familia, aquella comunidad, a la que la vida no le resultaba indiferente. A tal punto que lo decía en voz alta. Y a la vista de un mundo que imaginaba mucho mejor de lo que era.
Mafalda
Disruptiva, rebelde, sensible. Sueña con un mundo mejor, con justicia social, paz y democracia. No se cansa de denunciar, generalmente a través de preguntas que interpelan lo establecido e incomodan al mundo adulto, aquello que no funciona. Es el “deber ser” del autor, todo aquello que Quino deseaba para el mundo de los años 60.
Auténtica, incómoda, Mafalda tenía sólo cuatro años en el inicio de la tira. Pronto comenzó a cuestionar el universo familiar a través de interrogantes que dejaban sin palabras a sus padres. Promotora de los derechos de la mujer, interpela las convenciones y el conformismo de la clase media.
Odia la sopa, aunque a Quino le gustaba. En esto también aparece su autor, quien la utiliza “como metáfora del militarismo y la imposición política”. Ama a los Beatles, los panqueques y al Pájaro Loco. Mafalda expresó a una generación que quería transformar el mundo.
UNA NIÑA DIFERENTE
Según su propia autobiografía Mafalda nació el 15 de marzo de 1962. Y no lo hizo para el arte. Tampoco para jugar en un cuadrito de historieta. Su origen tuvo que ver con la publicidad. Y con la necesidad de supervivencia de Quino, su creador.
El historietista fue contratado por la empresa Siam Di Tella para promocionar una línea de electrodomésticos, cuya marca comercial se llamaría Mansfield. Jugando con la letra M, con el nombre de la marca, apareció otro: Mafalda.
Quino escribió doce tiras con Mafalda como protagonista. Finalmente, la empresa no sacó sus productos y el trabajo fue archivado. Pero su personaje principal no. Tampoco el elenco que la acompañaba: sus padres, Miguelito y Manuel. Sí, todos con la M de Mansfield.
Con Mafalda encabezando la fila, Quino buscó un nuevo rumbo. Y lo encontró en la revista Primera Plana, que la publicó por primera vez el 29 de septiembre de 1964. En marzo del año siguiente, ya era una tira diaria.
La niña terrible y sus amigos interpelaron al país y al mundo con su irreverencia durante casi una década, hasta que el 25 de junio de 1973 el semanario “Siete días ilustrado” la publicó por última vez.
Pero Mafalda se las ingenió para seguir viva. Sus preguntas incómodas, sus ideales de justicia y libertad, sus sueños de un mundo mejor, todavía resuenan entre nosotros.
Papá de Mafalda
Oficinista, agente de una compañía de seguros, acepta el mundo tal como es. No tiene más ambiciones que pagar las cuentas todos los meses, mantener el auto (un Citroen) y cuidar las plantas de interior. Su única lucha es contra las hormigas. Es a quien Mafalda suele dirigir sus preguntas más incómodas, que suelen dejarlo atónito y sin respuesta. Representa la “clasemediaestúpida” (Mafalda, dixit)
A través de él habla el varón adulto promedio de la clase media urbana que se siente cómodo en el mundo que vive y no comprende los cambios que promueven los jóvenes. De ahí que su desconcierto ante la interpelación de su hija mayor provoca momentos de alto voltaje simbólico.
Raquel
Mamá de Mafalda. Ama de casa característica de la clase media urbana de los años 60 (y de la sociedad patriarcal). Dejó la facultad después de casarse y solo se dedica a garantizar el funcionamiento del hogar: lava, plancha, cocina, hace las compras, se ocupa de Mafalda y Guille.
Mafalda le reclama que haya abandonado la universidad para dedicarse “a la casa”. Ante la filosofía sacrificial de su madre, la niña terrible de la historieta argentina es corrosiva y anticipa que ella sí ingresará en pie de igualdad con los varones en el mundo adulto: quiere estudiar idiomas y trabajar como intérprete en Naciones Unidas para promover la paz en el mundo.
Felipe
Es el mejor amigo de Mafalda y su complemento. Ingenuo, perezoso, soñador, tímido, despistado. Las clases lo agobian, ponerse en marcha le cuesta. Una suerte de nihilismo suele colocarlo en modo filosófico.
“El sentido de la vida, ¿es doble mano?”; “¿Por qué justo a mi tenía que tocarme ser yo?”; “No dejes para mañana lo que tengas que hacer hoy… desde mañana mismo empiezo”. Son algunas de sus frases más destacadas en la tira.
Quino se definía a sí mismo como una mezcla de Felipe y Miguelito. Los rasgos físicos del primero los tomó de un amigo suyo, Jorge Timossi, quien tenía “dos graciosos dientes de conejito”.
Manolito
Manuel “Manolito” Goreiro es amigo de Mafalda. También el estandarte de un capitalismo conservador e insaciable. Se muestra hosco, ambicioso y materialista. Lee todo en término mercantilistas y busca maximizar el beneficio: vende golosinas a crédito y con intereses a sus amigos; publicita constantemente el almacén de su padre; apuesta a eliminar la competencia (y llevar a la quiebra a Rockefeller).
Estereotipo del inmigrante gallego (la cabeza cuadrada, el pelo cortado al ras), puede ser mezquino. Quino aseguró que tanto en él como en Susanita aparece “lo que más me molesta de mí”. Los rasgos físicos los tomó de Anastacio Delgado, panadero y padre de un amigo suyo.
Susanita
Amiga de Mafalda y una suerte de doble invertido que funciona como contendiente ideológico. Susana Clotilde Chirusi es egoísta, clasista, racista y prejuiciosa. Sus ideales se basan en todo aquello que su mejor amiga cuestiona: desprecia aquellos que no son de su clase; se enrola en el amor romántico; su máxima aspiración es casarse, tener muchos hijos y personal de servicio.
Parlanchina, chismosa y pendenciera, valora sin embargo la amistad. Con Mafalda juega a reproducir el orden social que su amiga cuestiona. Busca a Manolito para pelear, confrontar y reafirmar su concepción del mundo. La amistad y el amor (es una enamorada empedernida) son sus rasgos más humanos.
Miguelito
Miguel “Miguelito” Pitti es el más chico del grupo. Iluso, inocente, narcisista. Es también el más punzante en su filosofar, muchas veces abstracto. Debajo de una cabellera similar a una planta de lechuga, no deja de pensar e imaginar el mundo, cuyo centro no es otro que él mismo.
También es enérgico y contundente: «Si yo no llego a nacer… ¡que golpe para la humanidad!, ¿eh?»; “No sé cómo haría la gente para irse si no tuviera espalda»; «Yo diría que nos pusieramos todos contentos sin preguntar porqué».
Libertad
Es la versión radicalizada de Mafalda. Una especie de paso más con el que Quino juega, aún sin saber si algún día se atreverá a darlo. Partidaria de la revolución social, anticapitalista y explosiva. Es con quien Mafalda “discute política”, quedando en una posición más realista y moderada.
Petisa, vehemente, enérgica. Tiene menor protagonismo que el resto del grupo pero su participación jamás pasa desapercibida. Equilibra el sistema, ubicándose en el extremo opuesto de Susanita y dejando a Mafalda en un punto de equilibrio.
Guille
Es el hermano menor de Mafalda y quien protagoniza las principales travesuras domésticas. Su gusto por la sopa despierta el rechazo de su hermana, con quien mantiene una relación próxima y ambivalente. Es lúcido, rebelde e ingenuo.
Usa chupete. Se vale de una “medialengua” que Quino logra reproducir con maestría. A pesar de transitar la primera infancia siente fascinación por Brigitte Bardot (al igual que su creador).
Guillermo Lavado, sobrino de Quino, es quien inspiró el personaje.
Burocracia
Así se llama la tortuga que Mafalda y Guille tienen como mascota.
Con ella Quino subraya la mora e incertidumbre que atraviesa la vida cotidiana.
En una tira que la define, Malfalda llama a Burocracia en el primer cuadrito y esta aparece recién cinco cuadritos después.
Es entonces cuando la niña estira una mano, le ofrece una hoja de lechuga y dice: “Su lechuguita”.