Titanic, las historias ocultas del rodaje: un director tiránico, un barco tamaño real y un envenenamiento colectivo

– Esto se fue de las manos. No podemos financiar más esta locura- dijo uno de los productores.

– La película sigue según lo planeado– contestó el director.

– Ya gastamos demasiado. Hay que cortar escenas

– Si quieren cortar algo, me van a tener que echar

– No nos ponga en esta situación- dijo el productor.

– Y le aviso que para despedirme, me van a tener que matar– replicó James Cameron.

La maquinaria, monstruosa y extremadamente cara, se había puesto en marcha hacía mucho. Las dudas, de manera inevitable, aparecieron en los ejecutivos de los dos estudios involucrados. Pero a las dudas siguió el pánico. Se obsesionaron con el fracaso. No podían verle otro final a esta historia. Pero fracaso en este caso significaba la quiebra de estudios, el fin de carreras artísticas, ejecutivos despedidos y pérdida de una cantidad obscena de millones de dólares.

Suele suceder, los casos son múltiples (Heaven´s Gate, Waterworld, One from the Heart, los films de Orson Welles), que una película que se va de presupuesto, que se adivina grandilocuente, de la que se filtran los problemas durante el rodaje, padezca un fracaso estrepitoso. Se suele castigar, a priori, la desmesurada ambición de un director. Y James Cameron era el candidato ideal para que esto sucediera. Megalómano, excesivo, despótico. Y ambicioso. Esa ambición se suele pagar muy cara. No les cae bien a los críticos ni a la industria y el castigo es la lapidación de la obra, casi sin darle chances. Esa arrogancia se la hacen pagar en algún momento. Le demuestran que la omnipotencia que creen ostentar es tan sólo una sensación.

Además en este caso la analogía era demasiado fácil, estaba al alcance de la mano. Todo el mundo sabía que al primer traspié se iba a equiparar el hundimiento de los dos gigantes, de los dos Titanics: el barco y la película. Estaban esperando el fracaso del film para hablar de naufragio, era una carrera para ver quién era el primero en ser obvio.

Pero apenas se estrenó, Titanic se convirtió en un éxito extraordinario. Encabezó la taquilla durante cuatro meses y se transformó en la película más taquillera de la historia (luego superada por Avatar también de James Cameron y por la última entrega de los Avengers). Recaudó alrededor de 2.000 millones de dólares. Y arrasó en las entregas de premios anuales (entre ellos el récord de once Oscars tras catorce nominaciones).

Todo empezó con la obsesión de James Cameron por los naufragios. Ese mundo del mar, el fracaso, la tragedia y los restos que quedan hundidos siempre lo atrajeron. Al ver un documental sobre una expedición a los restos del Titanic supo que ese sería su próximo proyecto. Consiguió que el estudio le financiara filmaciones subacuáticas. Para eso, su hermano ingeniero aeroespacial, diseñó una cámara especial que pudiera sumergirse a mucha profundidad y resistir la presión del agua para poder recorrer los vestigios del verdadero trasatlántico.

Él no quería hacer una película catástrofe más. Quería (necesitaba: su obsesión no le permitía otra cosa) precisión histórica para narrar una historia de amor épica con el desastre como marco. El Titanic como tema no parecía demasiado original ni tentador. Como dijo algún productor rival para menospreciar el proyecto: “¿A quién le puede interesar? Ya todos saben que pasa: el barco indestructible se hunde. Y todos se mueren. Muy aburrido”. Sin embargo el poder de seducción y la convicción de Cameron consiguieron el visto bueno. De entrada avisó que sería carísimo. Hizo lo contrario a lo que hacen todos, en vez de ocultar el tamaño de su empresa, les anunció que necesitaría 150 millones de dólares. Aunque, después de varias negociaciones, el primer presupuesto lo cerraron en 109 millones. Al final gastaría casi el doble del cálculo original.

La primera escena que hicieron los actores. Cameron la eligió para incomodarlos, romper el hielo. Di Caprio, con solo 22 años, estaba tan nervioso que se equivocó en la letra. El director dejó el error en el film

Fuente: Infobae

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