«Cielo de medianoche» en Netflix: el apocalipsis cercano

El fin de la humanidad nunca pareció tan cercano como durante 2020. Es inevitable que el contexto cambie el sentido de lectura de un film que imagina un futuro con la Tierra inhabitable luego de lo que aparentemente es un desastre nuclear de proporciones bíblicas, aun cuando todo el rodaje se llevó adelante antes de la declaración de la Covid-19 como pandemia. Aunque, en realidad, hay más de una película dentro de Cielo de medianoche, una convivencia por momentos forzosa -una huella de estilo de los productos multigénero de la N roja- de varias subtramas que avanzan por carriles en principio separados aunque con la confluencia como destino final. Dirigida y protagonizada por un George “Nespresso” Clooney cuidadosamente demacrado y avejentado, la acción se sitúa inicialmente en el Ártico durante el año 2049, cuando los integrantes de una base científica huyen ante la inminencia del desastre. Huyen todos menos Augustine Lofthouse (Clooney), que por la fragilidad de su salud decide quedarse allí, solo ante la inmensidad blanca.

Los primeros minutos están dedicados a seguir a un Lofthouse que pasa sus días entre vasos de whisky a toda hora, transfusiones de sangre y playlist varios de música country. Es, pues, el registro de un hombre esperando la llegada de un destino a priori inexorable, una batalla contra la locura y el tedio en la línea de Soy leyenda. Su rutina no cambia, hasta que se da cuenta que no está solo. Escondida debajo de la mesada de la cocina encuentra a Iris, la hija de una compañera que emigró sin saber que la había dejado atrás, cuya aparición da pie a un vínculo basado inicialmente en la desconfianza y luego en la protección paterna. Pero luego la película va hacia otro lado. Uno muy, pero muy lejano, ubicado en algún lugar del espacio entre la Tierra y un exoplaneta que podría ser apto para la vida humana, tal como validó una misión espacial que hace un tiempo perdió contacto con la base e inicio el regreso con sus integrantes sin saber lo ocurrido aquí.

Los astronautas son cinco: la embarazada Sully (Felicity Jones) y su pareja, el capitán Tom (David Oyelowo), otros dos hombres que extrañan a sus familias (Damian Bichir y Kyle Chandler) y una jovencita novata que varias veces dice que es su primera vez en el espacio, preludio para el desenlace calculadamente fatal que le deparará el guion. La conexión entre ambas historias es potestad de Clooney. Como director, porque debe amalgamar las acciones e interrelacionarlas entre sí, además de dotar a los astronautas algunos rasgos distintivos, una misión por momentos fallida dada la tendencia al trazo grueso. Como actor, porque de su personaje depende la suerte de la nave, la propia y la de la nena.

Fuente: Pagina 12 –

 

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